Cinco Panes y Dos Peces.
Tercera Parte: El Muchacho de la comida.
Juan 6:1-15
Autor: Dr. Jorge E. Rodríguez Sierra
Introducción
Para el hombre es fácil pensar que lo que tiene es por sus propios esfuerzos y que es digno merecedor de estos, por lo que le cuesta mucho trabajo desprenderse de lo que posee y en caso de perderlo se genera un profundo dolor que puede llevarle a la depresión y hasta desear quitarse la vida. En esta tercera parte de esta serie sobre el milagro de la alimentación de los cinco mil hombres tendremos la oportunidad de conocer a otro de los personajes que con su actitud nos enseña lo que es estar dispuesto a compartir con los demás aunque sea lo poco que se tiene.
El problema (Marcos 6:30-37)
Una gran multitud que constaba de cinco mil hombres y sus familias habían seguido a Jesús a un lugar retirado (Marcos 6:30-33), al hacerse tarde los discípulos suguieren a Jesús que despida a la multitud para que vayan a buscar comida pero él les pide que ellos se encarguen de conseguir alimentos para cada uno de los presentes (Marcos 6:35-37), los discípulos se sorprendieron y no podían creer lo que Jesús les acababa de decir. Dar de comer a más de quince mil personas en este lugar tan apartado era una misión imposible de llevar a cabo.
Felipe al ser cuestionado por Jesús lo único que pudo ver es que no había el suficiente dinero para comprar tanta comida, Andrés es el único de los doce discípulos que atendiendo a la petición de Jesús va y busca comida entre la multitud pero solo pudo encontrar un poco sin embargo esto no le impidió que lo llevara y lo presentara ante Jesús.
La pregunta es: ¿Quién traía consigo estos dos peces y cinco panes que le presentaron a Jesús?
Un Muchacho (Juan 6:8)
Absolutamente nada se nos dice del muchacho que traía consigo estos panes y peces, pero a pesar de ello al analizar las actitudes de este joven nos darán la oportunidad de conocerlo mejor.
¿Que sabemos de este muchacho? Por lo que nos dice el Apóstol Juan en este pasaje podemos establecer con certeza que era de corta edad probablemente un adolescente, es interesante resaltar que no se menciona su nombre, ni su lugar de origen o si a este evento acudió solo o acompañado. No es difícil llegar a la conclusión que él o alguien en su familia eran precavidos, ya que al saber que Jesús era seguido por multitudes que le presentaban muchas necesidades para que las resolviera esto habría de tomar mucho tiempo, se les ocurrió llevar comida a este evento por si se les hacía tarde. El muchacho traía consigo dos peces y cinco panes que era una porción más que suficiente para rendir para dos personas.
Al analizar esta historia surgen cuatro preguntas que podemos formularnos y con ellas conocer un poco más de este muchacho.
Primera: ¿Es posible que este muchacho fuera el único que llevaba comida? La respuesta es no, simplemente en una multitud de más de quince mil personas podemos estar seguros que más de una persona debió de haber traído consigo algo de comer. Suena imposible que ninguna mujer de las presentes no haya traído aunque fuera un poco de alimento para sus hijos.
Segunda: ¿Qué les pregunto Andrés a las personas presentes? Aunque la Biblia no nos dice las palabras textuales que Andrés dijo a los presentes, por lo que leemos en este pasaje podemos inferir que les preguntaba quien traía comida para poder compartir con los demás, en otras palabras quien estaba dispuesto a ofrecer lo que traía.
Tercera: ¿Cuál fue la respuesta de este muchacho? La respuesta es obvia, él dijo yo traigo dos peces y cinco panes no es mucho pero está a su disposición. Ofreció lo que tenía y él mismo lo entrego a Jesús. No se menciona si este muchacho le dijo algo a Jesús, pero no es necesario saberlo ya que su acción dijo más que cualquier palabra que pudiera haber pronunciado.
Cuarta: ¿Obligado a compartir? Es común ofrecer algo por compromiso o porque la persona quiere quedar bien con los demás, pero cuando llega el momento de hacer realidad con hechos lo prometido inmediatamente se quiere corregir y retirar el ofrecimiento. Este muchacho cuando ve a Jesús tomar su comida, pedir a la gente que se acomode, escuchar la bendición y darla a los discípulos para repartirla, lo que resalta en la actitud de este muchacho es su silencio. No hubo intento alguno para recuperar su comida, siendo justos debemos reconocer que él era el único que tenía derecho a estos panes y peces, alguien más en esa situación debió haber pensado que no le importaba si los demás decidieron venir sin comida, ese era el problema de ellos, no había razón alguna para que él tuviera que ser el proveedor de la comida, además era muy probable que algunos tuvieran algo de alimento y que lo hayan escondido para no compartirlo. Esto era terriblemente injusto, pero el corazón de este muchacho estaba muy por encima de cualquier sentimiento egoísta.
Hechos sin palabras
Las miles de palabras que salieron de la boca de este muchacho ninguna de ellas fueron más importantes que la decisión que tomo ese día de compartir su comida. A su corta edad no le importo dar lo que tenía, estaba sacrificando dos comidas, además debió saber que lo que ofrecía era simplemente insuficiente para la gran multitud de personas que estaban presentes en ese momento y que él se quedaría sin comer. En el pasaje no se menciona que se le haya prometió algún tipo de recompensa o que este muchacho haya pedido tener acceso preferencial a Jesús, pero a pesar de no obtener ningún beneficio personal esto no impidió al muchacho ofrecer lo que traía, ni retirar su ofrecimiento al saber que su comida seria ofrecida a los demás. Su razonamiento debió llevarle a la conclusión de que al ofrecer lo que él traía no iba a resolver el problema y él se iba a quedar sin nada.
Es muy poco lo que se dice de este muchacho pero que extraordinaria lección de disposición, de buscar servir y ayudar a los demás sin pensar en él. Un increíble legado dejo este adolescente para la posteridad y un gran reto para los que leen y llegan a oir de su gran acción.
Ofreciendo lo que tengo
En el Evangelio de Marcos se nos relata la historia de la viuda pobre que dio de ofrenda dos monedas de poco valor (Marcos 12:41-44) para lo cual Jesús dejo de enseñar para verla dar todo que tenía para Dios. Esta mujer y este muchacho mostraron tener algo en común, la misma disposición de dar todo lo que poseían y entregarlo a Dios sin dudar, no por obligación, ni porque estuvieran esperando algo a cambio; lo hicieron porque en sus actitudes revelaron que para ellos Dios es el dueño de todo, por lo tanto no les fue ningún problema devolverle lo que Dios en un principio les había dado. No hubo quejas, no hubo discusiones, no hubo dolor al momento de entregarlo todo porque en sus mentes y corazones tenían la certeza absoluta de que Dios se encargaría de usarlo mejor que ellos y que Dios habría de proveer por ellos. Sus acciones mostraron que sus corazones estaban sometidos totalmente a Dios.
La pregunta que debemos hacernos y que debiera incomodarnos a cada uno de nosotros es ¿Porque no podemos tener la misma disposición de este muchacho? ¿Porque creemos que las cosas que tenemos son nuestras cuando en realidad siempre han sido de Dios? Absolutamente nada es de nosotros, ni el dinero, ni las cosas materiales, ni aun nuestros hijos, todo es de Dios, Él en su gracia nos las ha prestado solo para adminístralas por un tiempo y un día no muy lejano daremos cuenta de que hicimos con lo mucho que Él nos dio en forma tan generosa.
Oración
Padre nuestro ayúdanos a entender esta verdad que nada es de nosotros, que todo siempre ha sido tuyo. Te pido que impidas que las ricas bendiciones que nos das se conviertan en nuestros dioses, que terminemos adorando lo recibido en lugar de alabar a quien lo provee que eres Tú. Que siempre estemos agradecidos por lo que nos das y que el día que nos pidas que lo entreguemos, lo hagamos con el mismo corazón dispuesto como lo hizo este muchacho al ofrecer lo dos peces y los cinco panes porque sabemos que Tu lo usaras para bendición y para la gloria de tu nombre. Que nunca olvidemos confiar en ti ya que Tú eres el que provee todo lo que necesitamos sin que nada nos falte. Ayúdanos a compartir con los necesitados con un corazón dispuesto a servir. En el nombre de Jesús. Amen.
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