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Dr. Jorge E. Rodriguez Sierra

¿Quien me Ha Tocado?


¿Quien me ha tocado?

Autor: Dr. Jorge E. Rodriguez Sierra

Introducción

Sería bueno preguntarnos ¿cuántas veces hemos ido en busca de Dios para pedir de sus favores, de sus cuidados, de su protección y dirección en los últimos días? La respuesta será sin duda alguna muchas veces y al ver cómo Dios respondió a nuestras oraciones nos daríamos cuenta que tan bueno a sido Dios con cada uno de nosotros. Está es la historia de la mujer enferma que tocó el manto de Jesús y que lo llevó a preguntar: ¿Quién me ha tocado? Y esa es una pregunta que aún sigue presentando el día de hoy.

Una​ ​gran​ ​multitud​ (Marcos 5:24)

Jesús había sido llamado por uno de los dirigentes de la Sinagoga porque su hija estaba muy enferma y sabía que en Jesús estaba la solución a su problema (Marcos 5:21-23). Jesús junto con este hombre se dirigió a su casa, pero mucha gente los seguía y todos querían estar cerca de Jesús, así que la multitud los rodeaba por todos lados y se le acercaban. Que interesante, mientras Jesús les daba comida, los sanaba y les resolvía problemas, todos contentos con él. Pero ¿donde quedo toda esta gente que se benefició cuándo lo enjuiciaron, no eran algunos de ellos los que gritaron que lo crucificaran? En el acto más vil e injusto de la historia del mundo nadie defendió a Jesús y fue abandonado por todos incluso por sus propios discípulos.

Tocando​ ​el​ ​manto​ ​(Marcos 5:25-27)

En los otros Evangelios donde se presenta también esta historia no nos informan quién era esta mujer, cuál era su nombre o su condición social. Esto es lo que sabemos de ella, era una mujer que padecía de un sangrado vaginal continuo, esta enfermedad llevaba 12 años de evolución, buscando curarse había intentado todos los tratamientos posibles, había consultado a muchos doctores y había invertido mucho económicamente para encontrar la solución a este problema que le aquejaba de tal forma que se había quedado sin dinero, sin embargo ninguno de los tratamientos había resultado al contrario cada día estaba peor. La enfermedad era incurable por lo que está mujer estaba desesperada, por la evolución tan larga podemos inferir que como consecuencia además presentaba anemia con sus síntomas acompañantes como debilidad, fatiga, mareos, palpitaciones, dolor de cabeza, palidez y dificultad respiratoria; además en el aspecto espiritual esto la hacía impura y le impedía participar de las actividades religiosas (Levíticos 15:25-27). Así que no solo era lo físico, sino también el estigma social y religioso que la marcaba. Pero una opción antes no considerada se presentó ante ella, le contaron de Jesús y de sus actos milagrosos que estaba llevado a cabo. La historia no nos dice si ella era de esa región o tuvo que viajar para buscar a Jesús, independientemente de eso ella fue a buscarlo y cuando lo vio se acercó a él por detrás y extendiendo su mano tocó su manto. Es interesante notar que esta mujer a diferencia de muchos que clamaron, se arrodillaron, le pidieron, le gritaron a Jesús pidiéndole un milagro, esta mujer no lo hizo así. Probablemente se sintió tan indigna o tan inferior que no se atrevió a presentar a Jesús su problema. Y ella solo se conformó con tocar su ropa.

Convencida(Marcos 5:28-29)

La razón de que ella solo se conformó con tocar la ropa de Jesús es que estaba más que convencida de que este acto sería suficiente para ser curada y que su aflicción dejaría de existir. La Biblia nos dice que en ese mismo instante la condición médica que daba origen a este sangrado se resolvió. Está mujer inmediatamente sintió que su problema estaba resuelto, no había más flujo de sangre. Este es un acto de fe. Hebreos 11:1 define la fe de la siguiente forma: “Confiar en Dios es estar totalmente seguro de que uno va a recibir lo que espera. Es estar convencido de algo existe, aun cuando no se pueda ver” (TLA). Esta mujer jamás dudo de que ella fuera a ser sanada y vio en Jesús la solución a su problema. Es importante aclarar que no fue la fe de la mujer la que la sanó, fue Jesús ella solamente creía que Jesús era quien la podría restaurar y sanar. La gente el día de hoy habla de lo grande que es su fe, eso es incorrecto; no es la fe de las personas sino en quien se deposita la fe. Debemos de tener cuidado de no hacer de la fe un dios restando la gloria al verdadero Dios y dándosela al hombre. El poder radica en Dios y no en la fe del hombre, lo que se debe hacer es creer sin dudar que Dios es capaz de solucionar todo pero solamente si así es su voluntad. Pero está mujer solo quería hacer su vida más fácil, no batallar, sanar físicamente pero su problema mayor aún no estaba resuelto.

¿Quien​ ​fue?​ (Marcos 5:30-32)

La parte más extraordinaria de está historia es la pregunta de Jesús. Cuando la mujer tocó el manto de Jesús él sintió que su poder había sanado a una persona y como esta mujer le toco por la espalda Jesús no la vio. Por lo que Jesús deteniéndose cuestiona a la multitud preguntándoles quién lo había tocado. Lucas nos da un poco más de información en esta parte de la historia al decirnos que la multitud negó haberlo tocado (Lucas 8:45) y los discípulos liderados por Pedro cuestionan a Jesús ya que no podían creer que Jesús les hiciera esta pregunta. A ellos les parecía ilógico lo que decía Jesús, estaban en medio de una multitud que buscaba estar cerca de él y por consiguiente muchos lo habían tocado. Jesús contestó que alguien en forma muy específica lo había tocado y había sentido que su poder había sanado a alguien (Lucas 8:46). Pero Jesús no se movió, al contrario buscaba entre la multitud para ver quién había tocado su ropa para ser sanado. Jesús nos demuestra que su deseo para con el hombre va más allá de resolver problemas físicos, Él quiere conocerlo, quiere verlo frente a frente, está interesado en nosotros como personas. ¿No le parece extraordinario que Jesús sea así?

Frente​ ​a​ ​Jesús​(Marcos 5:33-34)

Esta mujer estaba temblando de miedo al saber que había sido descubierta y del milagro que había experimentado en su cuerpo enfermo. A pesar de su temor esto no la detuvo, se dirigió a Jesús doblando su rodilla le dijo la razón por la cual lo había tocado y que había sido sanada de su condición. Nada quedó sin decir. Es interesante ver en esta mujer su actitud, se presentó ante Jesús y le dijo todo, en otras palabras se confesó ante Él. El arrodillarse es un acto que declara reconocer la superioridad de la otra persona, es un acto de sumisión, humildad y adoración. Eso es lo que Dios pide, que el hombre salga de la multitud y se postre ante Él reconociendo su soberanía y autoridad (Romanos 14:11). Las palabras de Jesús son extraordinarias ante la actitud de humildad de está mujer. Lo primero que hace Jesús es reconocerla como hija, este es un término de cariño. Jesús no la conocía previamente aun así sus primeras palabras para ella nos hablan de alguien con quien tiene una relación estrecha y a quien va a cuidar. Imagínese el peso que se quitó de esta mujer que no sabía que le habría de decir Jesús. Lo segundo que Jesús le dice es que su fe le había hecho completa, sana y salva en otras palabras le había concedido la salvación (Efesios 2:8-9), el término aquí usado nos habla de ser salvo del pecado, haber sido rescatado y liberado de una prisión y esto permite una relación correcta con Dios. La mujer se acercó buscando la sanidad de su cuerpo pero encontró algo muy superior su sanidad espiritual al caer de rodillas y confesarse ante Jesús. La tercera cosa que le dice Jesús es que puede irse en paz porque ya había experimentado la reconciliación con Dios, esta mujer encontró la paz con su Creador porque creyó en Jesús (Romanos 5:1). Finalmente Jesús le asegura que su sanidad física es total. Es interesante notar que lo primero que menciona Jesús es su condición espiritual restaurada y al final haber sanado de su enfermedad.

Doce​ ​años​(Marcos 5:25,42)

Esta historia de esta mujer está en medio del relato de la hija de Jairo a quien Jesús resucitó. Parece que la historia de la mujer del flujo de sangre corta el relato de este milagro pero no es así ya que estas historias tienen algo en común y eso las relaciona en forma muy íntima y tienen un mensaje extraordinario. Lo que conecta a estas historias es un número. La mujer tenía 12 años de estar enferma sin posibilidad de ser sanada y la niña que murió y que es resucitada por Jesús su edad era 12 años (Marcos 5:42). Y es este número que le da un sentido más profundo a estas historias. El número 12 es un número que es frecuentemente usado en la Biblia en relación a la nación de Israel. Hay 12 tribus de Israel y Jesús nombró a 12 discípulos que un día habrán de juzgar a estas 12 tribus (Mateo 19:28, Lucas 22:30). ¿Que nos quiere decir este pasaje al verlo desde la perspectiva de la nación Judía? Estas historias nos presentan a una mujer enferma que ningún hombre puede ayudarla, la niña nos presenta a alguien que su condición es imposible de resolver. Estas mujeres representan la condición de Israel desde estos tiempos, siempre en conflictos, odiados por el mundo, siempre en problemas, rodeados de enemigos que no se detienen en expresar públicamente que su misión es eliminarlos para siempre, alejados de Dios. Pero aquí Dios nos dice que no importa la condición de Israel, si este pueblo se humilla ante Dios como lo hizo la mujer enferma, si pone su fe en Jesús como lo hizo el padre de la niña (2 de Crónicas 7:14) y si ellos se consideran perdidos sin salvación alguna Jesús llegará un día a rescatarlos y restaurarlos para siempre (Isaías 45:17). Pero esta promesa no solo es para la nación de Israel estas historias también se aplican a cada uno de nosotros.

Salga​ ​de​ ​la​ ​multitud

En la actualidad el hombre busca a Dios para pedirle que le ayude y dice creer en Él, pero sólo para su conveniencia para no sufrir, no batallar, para vivir mejor, y Dios en su infinita misericordia le contesta y el hombre al ver resuelto su problema se pierde entre la multitud para seguir viviendo en pecado y alejado de Dios, cree en el poder de Dios pero no cree que es pecador y que un día será juzgado. Que Dios le resuelva un problema o le conteste una oración no hace al hombre un hijo de Dios, hoy Jesús le dice: ¿Quién me ha llamado, a quien le he concedido un favor? La razón es que quiere que usted, cómo esta mujer, salga de entre la multitud para que venga a Él confesando sus pecados y le reconozca como su Rey y Señor en forma pública. Jesús está dispuesto a no solo sanarlo de sus enfermedades y ayudarlo en sus problemas, Él quiere restaurarlo espiritualmente para que ya no siga separado de Dios (Mateo 11:28, 2 de Corintios 5:20), Él quiere reconocerle y llamarle hijo (Juan 1:12). Así como esta niña y esta mujer que no había hombre alguno que les pudiera ayudar, nuestro condición de pecado es algo que ningún hombre y ni obra o acto alguno lo puede resolver (Tito 3:5), la respuesta está solo en Jesús (Juan 14:6). La mujer se curó de su sangrado pero eventualmente murió pero por qué puso su fe en Jesús y le reconoció como su Señor está mujer encontró la vida eterna de está forma encontrando la curación que más le estaba afectando que era su pecado y su separación con Dios. No hay pecado alguno que Jesús no haya pagado por usted, así Jesús lo declaró en la cruz cuando dijo “Consumado es” (Juan 19:30). Hoy necesita dejar de buscar a Jesús para que le haga la vida más cómoda y le resuelva problemas, salga de entre la multitud y caiga a los pies de Jesús para confesar su pecado, ponga su fe en Él y lo declare el Rey y Señor de su vida.

Lo invitamos a contactarnos con sus preguntas y comentarios a nuestro correo:elbcomentarios@gmail.com


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